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México vio al Rey coronarse - El “Jogo Bonito” nació en 1970

Pelé, Tostao, Rivelino y Jairzinho formaron parte del equipo que cambió la forma de vivir el fútbol
Pelé fue parte del gran equipo canarinho

CARACAS.- Todo comenzó en México, en julio de 1970. La televisión permitió que por primera vez el mundo entero lograra ver por aquellos días la leyenda de la que mucho se habló, pero que sólo unos pocos habían tenido el placer de disfrutar. Era cierto lo que se decía del equipo que había alcanzado dos veces la Jules Rimet: el juego bonito existía y en la piel de los jugadores de Brasil, en cada uno de sus regates, en cada explosión de juego individual que se tornaba en una delicia del quehacer colectivo, quedó para siempre en la memoria de todas las generaciones el legado de lo exquisito .
El Brasil del 70 fue génesis para futuras formas de hacer del fútbol un arte. De la gesta de Pelé, Tostao, Rivelino, Jairzinho y Carlos Alberto en los estadios mexicanos quedó la medida con que serían evaluados los grandes equipos, la fórmula para hacer del once un mito.
El equipo que armó Mario “Lobo” Zagallo estuvo presente en la esencia de la Naranja Mecánica de Johan Cruyff, en el Milan que Arrigo Sacchi dirigió a finales de los ochenta, en la resurrección del buen fútbol que actualmente protagonizan la selección de España y el Barcelona de Pep Guardiola.
Brasil superó con comodidad la primera fase de aquel Mundial y llegó invicto al Estadio Azteca para disputar la final contra Italia, después de vencer al Perú de Teófilo Cubillas, en cuartos, y dejar atrás en la semifinal al Uruguay de Ladislao Mazurkiewicz, el gran arquero que fue sorprendido por una genialidad de Pelé. Cuando el guardameta achicaba, con el partido definido (3-1), el astro brasileño amagó, dejó pasar el balón por un lado, esquivó al propio “Mazurka” y buscó el esférico para disparar cruzado un balón que no se transformó en gol, por muy poco, pero sí quedó como una jugada ícono para siempre.
Venció el gol
107.412 espectadores abarrotaron el Azteca en la final para ser testigos de cómo la doctrina del catenaccio italiano recibía una lección inolvidable (4-1), una cátedra de cuatro goles que terminó con una anotación memorable, gestada por la zaga brasileña al recuperar un balón; nueve toques después, Pelé sirvió exacto, sin mirar, para que Carlos Alberto, el capitán, disparara de primera. Gol y fiesta.
“Debería estar prohibido un fútbol tan bello”, comentaba entonces la prensa inglesa, según recoge Eduardo Galeano. Por suerte no es así.
Palabras del director
El fútbol más alegre

Después de la decepción que significó el Mundial de 1966 para Brasil, en el que quedaron eliminados en la primera fase, la canarinha necesitaba con urgencia que Pelé, héroe de Suecia 58 y Chile 62, devolviera la ilusión a un equipo que había visto como Garrincha y Gilmar habían dicho adiós a las canchas.
El 10 puso en duda su presencia, pero luego rectificó y estuvo presente en seis partidos de la eliminatoria suramericana. Llegó el momento de estar en México y desde el primer partido, ante Checoslovaquia, Pelé supo anotar.
En total, Edison Arantes do Nascimento marcó cuatro goles, el último de ellos de cabeza, en la final contra Italia, donde participó en algún momento de las anotaciones que se gritaron aquel día de junio.
Al defensor italiano Tarcisio Burgnich le tocó la labor de marcar a Pelé esa tarde. “Me dije antes del juego: ‘él está hecho de carne y hueso como todo el mundo’, pero me equivoqué”, confesó años después a la cadena ESPN. El Rey se había coronado, otra vez. Entonces, el planeta fue testigo y aplaudió la transformación del hombre en leyenda.
Andrés Galarraga

Fuente: http://www.liderendeportes.com/Noticias/?id=92546&sid=64
Martes 22 de diciembre de 2009 7:45 AM
Por Pablo López Hurtado - Foto Archivo

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